La Closerie de Fronsac
‘Si nos hubieran puesto una venda en los ojos para llegar a este lugar, estoy seguro de que una vez quitada, no hubiéramos sabido volver al mundo’. Esto es lo que me dijo Fernando cuando llegamos al destino marcado en el gps, a pocos kilómetros de casa. Entre viñedos, la oscuridad y el silencio de la noche, nos recibió su casero servilleta al hombro, unos 30 años aproximadamente, en bermudas y una gran sonrisa. ‘¡Qué tranquilidad!’ ‘¡Qué bonito por favor!’ Estas fueron las palabras que dijimos cuando dimos los primeros pasos alrededor del chateaux. La noche se iba a hacer muy corta, tantas cosas de las cuales disfrutar, sin perder tiempo nos entregamos a ella. Una bonita cena para dos entre muebles antiguos, un buen vino y la atención exquisita de sus jóvenes caseros. La noche perfecta antes de un día intenso de trabajo. ¡Qué gusto da cuando te encuentras con gente que pone el corazón en las cosas que hace! Solamente se puede decir ‘Gracias, gracias, gracias’.